Editorial. Baños (concesiones) de realismo jurídico-laboral en la antesala de una minicontrarreforma: dos almas (en duelo), una (sola) virtud (justo equilibrio)
1. ¿Frente al pesimismo de la razón, el optimismo de la voluntad? Siempre en mi memoria, por sus imperecederas enseñanzas, ahora que ha hecho poco más de un año de la orfandad de magisterio que nos dejara el profesor Vida Soria, la «más rabiosa» actualidad política y jurídico-social me ha traído a la mente una de las anécdotas con las que gustaba mostrarnos la permanente tensión ínsita en la célebre frase de Gramsci: «El pesimismo es un asunto de la inteligencia; el optimismo, de la voluntad». Insigne diputado por el PSOE, a cuyas ideas socialdemócratas, no así a sus coetáneos líderes, siempre se mantuvo leal, el maestro Vida recordaba con frecuencia, para criticar la pérdida constante de garantías laborales, lo que le espetaban al Gobierno de entonces los socialistas, como él, al aprobar el proyecto de Ley del Estatuto de los Trabajadores (1980), con una vocación de liberalismo económico contraria a su ideario social: «Cuando lleguemos al Gobierno, os cambiaremos el Estatuto». Como todos conocíamos que aquella sentencia nunca se cumplió, o se cumplió en sentido opuesto al reforzamiento de las garantías que era de esperar (se sabe que la primera reforma socialista fue parcial, en 1984, para alentar la temporalidad y la parcialidad –gérmenes de la precariedad de hoy–, y la segunda gran intervención fue en 1994, unilateral y para introducir más flexibilidad aún), con ironía y su saber único para reírse de sí mismo, también con su finura jurídica sin par, nos hacía ver cuánto dista, en el derecho en general, y en el derecho del trabajo en particular, entre «lo ideal» (el voluntarismo) y «lo posible» (razón práctica).
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Cristóbal Molina Navarrete
Director
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RTSS. CEF. NÚM. 443 (febrero 2020)