Quienes se contenten con leer las extensas notas de los medios de comunicación sobre el
Real Decreto-Ley 3/2019, presentado en sociedad como el gran salvador de la ciencia y la innovación de las fauces de Hacienda, tenderán a ilusionarse con un nuevo horizonte para la maltrecha investigación en nuestro país. Si, además, sigue y se cree la «filípica» del extenso preámbulo, casi dibujará una sonrisa. Ahora bien, quien se detenga a leer con detalle el articulado se moverá entre la decepción por la vacuidad de buena parte de sus pretendidas novedades –desde luego en el ámbito laboral– y el temor a que las prometidas liberaciones del infernal burocratismo terminen siendo más bien habilitaciones para privatizaciones, elusiones fiscales y otras prácticas que más miran al pasado que al futuro.